Nadia Serafini celebrará sus 33 años el 29 de este mes. No está segura, sin embargo, si nació un día antes, o quizás un día después. Sabe en cambio que su ciudad de origen no es Inriville, un pequeño pueblo ubicado al noreste de Córdoba donde creció e hizo su vida, sino de algún lugar cercano a Juan Bautista Alberdi, Tucumán. El resto es un enorme rompecabezas que Nadia está tratando de reconstruir. Lleva más de un tercio de su existencia rastreando sus orígenes, y tiene la esperanza de que, una vez derrotada la pandemia de coronavirus, pueda hacer un nuevo viaje a esta provincia para obtener las respuestas que, hasta ahora, nadie supo darle.
La estudiante de Administración, mamá de Estéfano y militante por el derecho a la identidad dio a conocer su caso a través de los grupos de Facebook dedicados a la búsqueda de parientes, amigos y otros seres queridos a los cuales, por alguna razón, se les perdió todo rastro. “Lo poco que sé: la mujer que me dio la vida era muy joven y estaba acompañada por su madre o abuela. Aparentemente eran de la zona, por ahí cerquita”, escribió Serafini el 7 de julio pasado en un posteo que lleva más de 1.200 comentarios y que fue compartido en 1.800 ocasiones. Y agregó: “necesito encontrar mi origen; no busco familia, sólo saber qué pasó”.
Su voz, marcada por la cadencia y una leve tonada cordobesa, repasa -en diálogo telefónico con LAGACETA.com- todo lo que pudo rescatar en más de una década de búsqueda. Cada dato, cada pista, cada contacto es para ella la posibilidad de “cerrar esta historia”.
-¿Cómo fue que decidiste comenzar a tratar de reencontrarte con tu mamá biológica?
-Prácticamente desde que tengo uso de razón que sé que soy adoptada. Pero creo que nunca me interesó saber mi historia hasta la adolescencia, que es cuando te empezás a replantear cosas; es una edad complicad, por la rebeldía y todo eso. Al principio sentí bronca contra la persona que me parió. No podía entender cómo alguien podía haber dado a su hija. Pero eso pasó. Con el tiempo, pasó. Y decidí comenzar mi búsqueda. Mi mamá no sabía nada. Y lo poco que sabía me lo contó. Mi pueblo, que tiene unos 4.000 habitantes, está a unos 670 kilómetros de Alberdi. Aquí me trajeron recién nacida desde allá. Una señora que era amiga de mi papá y de mi mamá les hizo el contacto, les avisó que había una bebé y ellos fueron rápido a buscarme. Cuando empecé a buscar, lo primero que hice fue ir con mi mamá a preguntarle a esa señora. A la única que podíamos recurrir era a ella. Pero dijo no recordar. Mencionó alguna que otra cosa, algún dato, pero nada relevante ni certero. Esa tarde llegué a mi casa y me puse a buscar en internet. Con el tiempo, di con gente que, por un momento, pensé que podía ser mi familia biológica, pero ya me hice dos ADN y dieron negativo.
-¿Cuáles son los datos que pudiste recolectar hasta ahora?
-La señora que les hizo el contactó a mi papá y a mi mamá dijo que ella recordaba a una mujer joven, de entre 16 y 20 años, que estaba acompañada por otra mayor, pero no sabía si era su madre o su abuela. Dijo que no podían tenerme, porque eran de escasos recursos, y que vivían en un pueblo en los alrededores de Alberdi. Yo pregunté su hubo plata de por medio, y me contestó que no. “Solamente me pidió que le compre un helado”, me dijo. Es lo único que sé. Pero a la vez, cuando hablás con otras personas que están en la búsqueda, el relato es el mismo: se habla de una mujer joven, de escasos recursos… y con el correr de los años es imposible no preguntarte si fue así, si no hubo algo más por detrás. No sé en realidad qué pasó. Si bien mi familia me adoptó y jamás me lo negó, por un lado también hubo una sustitución de la identidad. Sólo que nací en el hospital de Alberdi, pero ahí dicen no tener datos de 1987. Claro que eran otros tiempos. Yo le pregunté a mi mamá cómo había sido posible que viniera hasta Córdoba con una bebé recién nacida, sin papeles, 670 kilómetros en auto y sin que la parara la Policía. “¿Qué policía?”, me respondió. Incluso mi partida de nacimiento es de una clínica de acá. Cumplo 33 años el 29 de noviembre, y llega este mes y me angustio, porque no sé si es esa fecha. Es una época del año que me cuesta mucho.
-Cuando diste a conocer tu historia en las redes, tuvo bastante repercusión…
-Mucha gente al día de hoy sigue con miedo a hablar, a decir lo que sabe en estos casos, aunque por otro lado es un tema que está siendo más tratado, más hablado en general. Además de mi búsqueda en las redes sociales, también estoy enviando mis datos a la Defensoría del Pueblo de la Nación. Ya me comuniqué con ellos, y tengo que enviarles mi relato para que quede asentado. También estoy en un grupo, “Búsquedas Verdades Infintas”, que está haciendo una movida realmente buena, y es para pedir un banco genético. Como el de las Abuelas de Plaza de Mayo, pero para quienes buscamos nuestros orígenes fuera del período de la dictadura. Una de las que lidera de este grupo, Gisella, estudió Derecho, se empapó del tema y está trabajando con herramientas legales que nos puedan ayudar. Hace poco además se pasó por la TV Pública un documental, Nacidos Vivos, que está escrito por Alejandra Perdomo. Hace mucho que las sigo, que estoy con ellas, y ahora más. Además en el grupo hay conversatorios por Zoom todas las semanas. Es algo muy bueno y muy importante.
-Por lo que contás, tu búsqueda es algo muy cotidiano en tu vida, ¿es algo que tenés presente todo el tiempo?
-Sí. En este tiempo se acentuó, pero hubo distintos períodos. No es fácil. Muchas veces me negué, traté de hacer esto a un lado. Pero después dije: no, es algo que tengo que saber, es mi historia, es mi vida y hay una parte que no sé, que no conozco. Muchas veces otras personas dicen: “¿para qué querés saber? Ya está, no importa, tenés que vivir el ahora”. Y yo soy una persona que vivo el hoy, pero a la vez necesito saber de dónde vengo. No sé si puedo tener enfermedades hereditarias, si mi hijo puede tenerlas. Siempre me pasó de ir al médico y que me pregunte por mis antecedentes familiares. Y no lo sé, porque no los conozco. Creo que ser mamá fue lo que me hizo el “clic”. Mi hijo tiene 13 meses, y el día que lo tuve en brazos me dije: no tengo que bajar los brazos, tengo que seguir. Porque además de ser mi historia, ahora es parte de la suya.
-¿Cómo fue plantearles a tu mamá y a tu papá que querías empezar esta búsqueda?
- Para ella, como mamá, no es fácil; la entiendo. Sobre todo cuando yo era adolescente, porque debe haber estado ese miedo de preguntarse: “¿y si encuentra a su familia biológica y se quiere ir?”. Pero ella me entendió, me vio sufrir y me acompañó siempre. Sabe que esta es mi familia, que yo no busco otra familia, sino que necesito sanar esto. Y mi papá es más callado, no tan demostrativo, nunca dijo nada sobre esto pero sé que está todo bien. Y tengo tres hermanos, dos varones y una mujer, que también son adoptados. Por el momento, yo soy la única que está en esta búsqueda. No es algo sencillo de hablar, hoy lo puedo expresar delante de mis hermanos, de mi mamá. Cualquier dato que surge les digo: “pasó esto”. Mi familia son ellos.
-En tu posteo de Facebook contás que fuiste a Alberdi, ¿cómo fue recorrer ese lugar para vos?
- En realidad a Alberdi he ido toda mi vida, desde muy chiquita, por el trabajo de mi papá. Una vez me quedé todas las vacaciones de inverno. Siempre supe que había nacido allí, pero una cuando es niña no se fija en esas cosas. Empecé mi búsqueda cuando tenía 20 años, y hacía una década no viajaba allí. Y la verdad que fue todo un shock. Porque pensaba, miraba la gente que pasaba, y me decía para mis adentros: cualquiera puede ser algo mío. Fue muy raro ir caminando y pensar que las personas con las que me cruzaba podían ser mis parientes. Golpee puertas, me presenté, conté mi historia. También mucha gente me ha escrito a mi Facebook. Tengo algunos datos, pero está complicado para viajar ahora, por el tema de la pandemia, y no quiero poner en compromiso a otras personas para que averigüen por mí. Prefiero hacerlo yo.
-¿Cuáles son tus sentimientos hacia tu familia biológica?
-Ya no hay enojos ni reproches ni nada de eso. Creo que el buscar, el conocer, al menos llegar a saber algo, me servirá para sanar. Porque después tantos años de terapia, de analizar esto, he llegado a comprender que muchas de mis actitudes provienen de aquí. Hay algo que no cerró, que no sanó. Y sin dudas algunas el abandono se siente desde el momento cero. Necesito sanar esa parte, ya no sentir más ese abandono. Por eso no hay reproche, nada, quiero conocer, y si se da la oportunidad, los motivos. Pero ojalá la gente pierda ese miedo de hablar, porque Alberdi tampoco es una ciudad grande, muchos conocen y sé que alguien podrá ayudarme a conocer mi historia.
Si tenés algún dato para aportar a Nadia Serafini, podés escribirle un correo electrónico a nmserafini@hotmail.com o enviarle un mensaje directo en su perfil de Facebook. También podés colaborar mediante el Grupo de Búsquedas "Verdades Infinitas".